Magazine SLV. Artículo de opinión de Gabriel Trejo, Licenciado en historia y experto universitario en criminología
La cruel canícula que hemos sufrido en Madrid los meses de julio y agosto, obligándonos a refugiarnos en casa al socorro del aire acondicionado, así como la llegada de las deseadas vacaciones que posibilita tener más tiempo libre, ha hecho de este verano una época ideal para releer aquellas obras que dejaron buen recuerdo en nuestra memoria.

Entre las muchas que tenía para elegir en las baldas de mi biblioteca, la fortuna, y mi mano derecha, me señalaron a Javier Cercas y su “Soldados de Salamina”. Tan grato fue su relectura, que nada más terminar con ella me embarqué en la “Anatomía de un instante”, su otra obra que sabía dormía en mi casa desde aquel lejano 2009 que pude disfrutar de ella.
Fue esta segunda lectura la que me dio la idea de escribir este artículo, y hete aquí que me dispongo a divagar sobre dos personajes históricos; uno actual y otro ya fallecido.
Antes de seguir quisiera hacer una advertencia a los lectores: mis reflexiones tienen más de comparación histórica basadas en los hechos sucedidos a lo largo de los tiempos que, de reflexión política, y, por supuesto, en ningún caso de defensa de la acción o inacción de ninguno de los dos personajes objetos de mi estudio y comparación. Lo que pretendo demostrar, si así fuera posible, es que el lenguaje y las estrategias políticas de aquellos que pretenden gobernarnos no han diferido en siglos, y si miráramos a la historia de vez en cuando, descubriríamos cómo las tácticas políticas de la actualidad también fueron utilizadas antaño. Empecemos:
Adolfo Suárez llegó al poder ante la mirada atónita del resto de la clase política, ya que nunca estuvo en la baraja de posibles candidatos. Manuel Fraga era la persona que todo el mundo pensaba que iba a ser nombrado presidente. Suárez siempre fue visto por la derecha de la época como un adulador falangistillo de “medio pelo”. Su nombramiento se debe a la complicidad que tuvo con el Rey a raíz de una visita del monarca a Segovia, donde Suárez era delegado del gobierno. A tal punto congeniaron que la familia de Suárez empezó a ser asidua a la mesa los fines de semana en el palacio de la Zarzuela, concluyendo la mayoría de las veces la sobremesa con un pase de alguna película en el cine privado de palacio de las dos familias. En un acto claro de “borboneo” el rey emérito decidió que el hombre que él necesitaba para hacer la transición era aquel joven que tan simpático le parecía.
Pedro Sánchez se aupó a la secretaría general del PSOE compitiendo con Eduardo Madina , caballo ganador según todas las encuestas. Madina contaba con el apoyo de todos los pesos pesados del partido: Felipe González, Guerra,etc,,etc, que pusieron todo el aparato político del PSOE a su disposición, pero la militancia decidió votar a un desconocido en aquellos momentos que se sabía no contaba con el predicamento de la nobleza socialista, por lo tanto, no coinciden solamente en la primera letra de su apellido, sino en la forma de llegar al poder: por sorpresa.
Ambos , tanto Suárez como Sánchez, son hombres guapos: “ Adolfo tenía mucho éxito con las mujeres” (Inocencio Arias. Diplomático español durante más de 40 años). Pedro Sánchez es lo que la norma considera a todas luces un hombre guapo, atractivo, lo que dentro y fuera de España le ha valido incluso el apodo de Mr. Handsome “.(La vanguardia) . Que en el mundo anglosajón es como se define a los hombres atractivos.
Adolfo Suárez sufrió las embestidas de la derecha que le negó siempre legitimidad para gobernar, acusándole de “estar arruinando el proyecto democrático, de estar dispuesto a vender España por seguir en la Moncloa, de analfabeto, de tahúr…de golpista en potencia… de estar ejerciendo la presidencia de forma fraudulenta”.
La similitud de aquella derecha que acorralaba a un presidente del gobierno y la actual es clara. A Pedro Sánchez menos de la muerte de Manolete en Linares, se le ha acusado de todo. Si duras fueran las críticas a Felipe González o Zapatero, los otros presidentes que ha tenido el PSOE en democracia, lo de Pedro Sánchez va más allá de las descalificación política o personal. No se le critica tal o cual acción de gobierno, se le sub-humaniza pintando un cuadro de él que sólo es comparable con los grandesdictadores de la historia.
En 1980 Suárez la situación en España era de máxima crispación política, debido en parte a la fragilidad de la democracia. La derecha entiende que si España va a las urnas puede ganar las elecciones. Suárez está en un momento de inestabilidad política porque no tiene todos los apoyos, incluso entre sus propias filas donde también existen los “Pages” y compañía, y sabe que si convoca elecciones puede perderlas, por lo que decide aguantar. La respuesta de la derecha “fue salvaje, en gran parte fruto de la soberbia, de la avaricia de poder (…) (creando) condiciones propicias para la actuación de saboteadores de la democracia antes de seguir tolerando en el gobierno la presencia intolerable de Adolfo Suárez”. ( Anatomía de un instante).
Creo que al lector o lectora le sonará esta cantinela, sobre todo si oímos o leemos las declaraciones de los portavoces del partido popular en el congreso del senado, donde se criminaliza cualquier acción de gobierno y se deja sin condenar el acoso a la sede del PSOE de la Calle Ferraz, pese a que se porten banderas franquistas, se cante el cara el sol, y se salude con el brazo en alto.
Ambos presidentes, aun siendo encajadores natos, pensaron en algún momento en mandar todo al garete : “ políticamente sólo y exahusto… Suárez pensó en dimitir” ( Anatomía de un instante). En abril de 2024 , el actual presidente del gobierno se tomó cinco días de descanso para pensar si valía o no la pena seguir debido a los ataques a su familia, según explicó. En el caso de Suárez, aunque ningún miembro de su familia se vio implicado en asuntos judiciales, se sabe que escondía los periódicos a su familia para que no vieran el trato que le deparaban diariamente.
Pedro Sánchez se vio obligado a dimitir como secretario general del PSOE en 2016 cuando todos los barones de su partido se le enfrentaron. La vieja guardia seguía sin aceptar al intruso que ellos no habían bendecido, y que se negaba a abstenerse en la votación que encumbraría a Mariano Rajoy. Aunque posteriormente, y de nuevo ante el pasmo de todo el aparato de Ferraz, reconquistó uno a uno los feudos socialistas de toda España y volvió en olor de multitudes. Desgraciadamente no eligió bien su equipo, porque el recorrido por todas las agrupaciones del país lo hizo acompañado de Koldo, Cerdán y Ábalos.
A Suárez se le acusaba de no compartir del poder con los pesos pesados de su partido, cuya intención era seguir decidiendo sobre la política nacional, acostumbrados como estaban tras haber vivido en el aparato franquista durante muchos años. El auto aislamiento que se impuso fue la semilla de la discordia que fue creciendo con el paso del tiempo, y que provocó una revuelta interna en el congreso nacional de UCD de Palma de Mallorca en el año 1981 y que provocó que se viera obligado a dimitir como secretario general dando paso a Rodríguez Sahagún. A diferencia de Sánchez, Suárez no peleó la cesión del cetro, cansado como estaba de guerrear fuera y dentro de la coalición centrista.
Son muchas las similitudes entre ambos personajes, pero no pretendo contarlas para no aburrir al lector o lectora, y concluyó con una frase del fundador del partido popular, Manuel Fraga Iribarne: “ no romperemos los puentes que nos unen a la obra del caudillo”, y vive dios que los mantienen incólumes.
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